Argentina  acaba de perder 3 a 0 a manos de Croacia. Por supuesto se activa la catarata de insultos, análisis agoreros deportivos y sobretodo la auto reflexión que nos merecemos los argentinos cada vez que las cosas no salen como creíamos que iba a suceder.

El siguiente es un análisis sistémico de nuestro país, tomando como disparador la derrota del seleccionado argentino, y que pretende mostrar como nos posicionamos los  argentinos como pueblo y que clase de actitud de liderazgo, o más bien anti liderazgo, mostramos entre nosotros y ante el mundo.

El liderazgo personal es la capacidad de una persona de asumir la responsabilidad de lo que desea y necesita para sentirse bien, e ir y concretarlo. También engloba el asumir la responsabilidad de  conocer nuestras emociones, y gestionarlas adecuadamente para experimentar placer, plenitud y poder establecer vínculos gratificantes y cooperativos con quienes nos rodean. En si misma esta definición es bastante amplia y abarca una manera de posicionarnos ante la vida, asumiendo el liderazgo y protagonismo de lo que queremos. Por el contrario, el anti liderazgo significa que en vez de hacernos protagonistas de asumir lo que queremos y necesitamos, e ir por ello con responsabilidad y decisión, asumimos una actitud pasiva, quejosa, o bien demandante y exigente. En cualquiera de estas u otras opciones, el anti liderazgo implica una actitud reactiva e infantil, inadecuada frente a los desafíos y retos que se nos aparecen.

Habiendo hecho esta pequeña introducción, ¿Qué sucede en Argentina en relación al liderazgo como nación? ¿Cuáles son las actitudes que se despiertan frente a un hecho deportivo tan importante y trascendente como lo es el mundial Rusia 2018?

Las siguientes actitudes y conductas reflejan la esencia del anti liderazgo, lo cual explica porque en los últimos 20 años, diversos indicadores como pobreza, inseguridad, corrupción, educación e inflación (por nombrar algunos) han ido tornándose cada vez peores, generando una situación socio económica compleja, difícil y caótica para nuestro país.

He aquí algunas actitudes y conductas del anti liderazgo que los argentinos tendemos a manifestar sobretodo en estas fechas deportivas, y sus consecuencias macro sociales:

  • Echamos la culpa en ves de asumir responsabilidades: En el mundial 2010, Alemania quebró a la Argentina y la venció de manera apabullante. En la conferencia de presa, Joachim Low (el mismo que ahora a diferencia de nosotros que han circulado más de 5 técnicos) explicó como habían vencido de manera lógica. Maradona el técnico de ese entonces no dijo nada ni  elaboró ninguna reflexión personal. Esta actitud es la predominante en los argentinos a nivel de lideres referentes, sean políticos, mediáticos o deportivos. No me hago cargo de reconocer mis dificultades ni falencias personales. La culpa la tiene otro. Mecanismo infantil que podemos apreciar en los niños y hasta adolescentes. Cuando un líder asume esta actitud, el entorno le devuelve rechazo, protestas y agresiones. Así como también, existe una franja bastante significativa de personas que tiende a idolatrar a esta clase de líderes. Un país que no  asume la responsabilidad de sus actos, se vuelve populista, manipulador y poco creible. Estos viene reflejándose en el historial socio económico de Argentina.
  • No aprendemos la lección: Si te tropezás 3 veces con la misma piedra, ya no se trata de la piedra en si misma, sino de una torpeza, ceguera o bien arrogancia. Argentina se ha caracterizado por conductas y actitudes en sus lideres y ciudadanos, soberbias y omnipotentes. Ni hablar de los últimos 12 años de gobierno kirchnerista, aunque el macrismo tampoco ha desentonado. Un líder sabio, cada vez que sufre un revés o algo no sale como quería, se detiene a reflexionar, intercambiar con otras personas y procesar lo que le sucedió, para poder extraer una lección que le permita la próxima vez obtener un resultado distinto. Pensemos lo que sucede con Argentina en los últimos 15 años. A nivel deportivo, social, económico y mediático. ¿hemos aprendido lecciones de lo que nos sucede? ¿Las hemos convertido en oportunidades para reducir índices de corrupción, inseguridad, deserción escolar, etc.?
  • Reaccionamos en vez de reflexionar: Hasta ahora Argentina presenta el triste record de mayor cantidad de personas deportadas del mundial de Rusia por conductas inadecuadas (palizas a hinchas croatas, conducta pervertida con mujeres rusas, etc.). A nivel local, la televisión, y sus protagonistas, sean políticos, actores, panelistas, chimenteros, etc, están cada vez más crispados y agresivos. De hecho el programa líder en rating en los últimos 20 años, es exitoso debido a que presenta una competición de baile con un jurado de 4 personas que se dedican a agraviar, agredir y provocar con mal gusto a los participantes, hasta lograr un espectáculo agresivo e histriónico que parece ser el entretenimiento mas consumido por nuestro país. ¿Cómo habla de nosotros como nación? Reaccionar en vez de reflexionar, nos lleva a manifestar conductas agresivas, escandalosas, histéricas y combativas. Y esta clase de reactividad genera mayores cuadros de ansiedad, estrés y angustia en la población.
  • Descargamos nuestra frustración e insatisfacción en el futbol: A esta altura, Sampaioli y Messi, son alguno de los más insultados y odiados por parte de los argentinos. Como argentinos, estamos tan cargados de dolor, bronca y malestar por observar como cada día que transcurre, la inseguridad, corrupción e inflación no decaen, sino mas bien, se mantienen o crecen, que por algún lado intentamos descargarlo. El problema no se trata de la descarga en si misma, siempre que sea adecuada y sin generar en otros malestar. En nuestro caso colectivo, creemos que un mundial podrá sacarnos de esta sensación de frustración, creyendo que somos los “poronga argentos” y mejores del mundo. Y cuando sobreviene la realidad, simplemente no podemos soportarla y comenzamos a insultar y llenar de agravios a los otros. En este caso, jugadores y cuerpo técnico. No son ellos, somos nosotros, que como nación estamos fracasando y actuando como niños malcriados que no toleramos frustraciones y queremos desquitarnos con otros. Por supuesto esta conducta genera la ilusión que hay responsables de nuestra tragedia y nos permite momentáneamente creer que no somos responsables de lo que nos pasa.
  • Nos creemos especiales y con derechos VIP: Parte de nuestro ADN es creer que somos un país VIP. Existen múltiples afirmaciones que refuerzan esta creencia distorsionada…”Somos la París de América latina”…”tenemos al mejor del mundo (Maradona- Messi)”, “tenemos la mejor carne del mundo…las mejores minas”.  Cuando un líder gobernante se cree VIP puede terminar mostrando una actitud populista en la cual pretende demostrar que somos especiales y las reglas de la comunidad internacional, no aplican con nosotros. Esto puede generar créditos internacionales a tasas altísimas, calificaciones internacionales de alto riesgo como país (que ahuyentan las inversiones extranjeras) y falta de intercambio con naciones desarrolladas. Si me creo especial y mejor, ¿para que tengo que escuchar la experiencia de aquellos a los que les ha ido bien y son exitosos? Argentina y su historial político, mediático y deportivo, en la mayor parte de los casos, ha mostrado una actitud soberbia que le ha valido la perdida de oportunidades únicas de aprendizaje y crecimiento. Como país hemos desaprovechado los últimos 10 años, oportunidades de crecer, integrarnos al resto del mundo y crear mayor prosperidad (educación, seguridad, empleos, inversiones, etc) porque hemos creido que somos especiales, tocados por Dios y que no necesitamos aprender de vecinos que viene creciendo (Perú, Chile, Colombia, por nombrar algunos).

Estas son algunas actitudes de anti liderazgo que conviene mirar de frente para dejar de hacernos los distraídos (por no decir estúpidos). La única manera de asumir la responsabilidad y liderazgo, es contemplar de frente nuestras actitudes de anti liderazgo y hacernos cargo. Podemos comenzar a hacerlo a nivel individual…es un primer  paso. El mundial Rusia 2018 presenta la oportunidad de frustrar nuestro sueños infantiles de ver a una Argentina coronada campeona, y volver nuestra mirada hacia nosotros mismos como nación y preguntarnos hasta cuando seguiremos actuando como criaturas caprichosas, reactivas y demandantes.

Pablo Nachtigall