Argentina volvió a perder por penales en la final de la copa America con Chile. Y casualmente Messi falló un penal, que quien sabe, quizás habría torcido el resultado del partido.

Nuevamente se desata la hecatombe emocional en nuestro país, y comienzan a escucharse quejas, recriminaciones y señalizaciones de culpa….”¿Quién es el culpable”; “Messi otra vez está en deuda con nosotros (sic)”, etc.  La verdad que el resultado no refleja la capacidad y tenacidad con la que jugó este equipo a lo largo de este campeonato. Lamentablemente como el fútbol solo tiene lugar para un campeón, se venera el resultado y no el camino. Esto es comprensible para un análisis técnico de un juego. Pero  si reproducimos esta óptica en un país, estamos fritos…

Argentina se ha caracterizado por una actitud colectiva infantil de sus ciudadanos, que quedamos deslumbrados frente a hipotéticos y dudosos  triunfos que nos colocan en el podio del mundo  “Tenemos las mejores minas”, “Somos el mejor país del mundo, “Dios es argentino y ahora el papa también”, “Tenemos la mejor carne del mundo”…  Como argentino también me he visto influido en esta energía de adolescente fanfarrón, creyendo equivocadamente, que somos “especiales”. El problema de permanecer en esta conciencia colectiva infantil, es que no maduramos ni nos hacemos responsables de crecer. Solo estamos esperando que en algún momento se suscite un  éxito que nos refuerce el sentirnos especiales.

Desde la psicología, una posible interpretación frente a creerse único y especial, es que esa persona puede sentirse en lo profundo de su ser, desdichada e inferior. Creo que los argentinos tenemos un problema de gran ego que esconde una baja autoestima que nos lleva a inflar el pecho, entonar cánticos de adolescentes y creernos especiales. Esta es la causa oculta psicológica a nivel colectivo, que nos lleva a escoger gobernantes corruptos, infantiles   y seductores, con el secreto deseo que nos rescaten de nuestra miseria.  Por ende, la copa América, es una oportunidad de reflexionar profundamente y preguntarnos…¿Necesito que la selección argentina gane para sentirme contento y tener una “buena vida”? ¿Cambia realmente mi vida un resultado de fútbol?

Lic. Pablo Nachtigall – psicólogo

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